HISTORIA DE UN GRAN ÉXITO DE LA INVESTIGACIÓN POLICIAL: «Eva Blanco, caso cerrado»

HISTORIA DE UN GRAN ÉXITO DE LA INVESTIGACIÓN POLICIAL: «Eva Blanco, caso cerrado»

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02/10/2015 00:00
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Actualizado: 02/10/2015 00:00
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Han pasado 18 años y medio pero ya lo han cogido. Se llama Ahmed Chehl, tiene 52 años, y, supuestamente, mató a Eva Blanco, la joven de Algete que fue violada y apuñalada la noche del 20 de abril de 1997. La perseverancia de la Guardia Civil, y los avances técnicos, han logrado resolver un asesinato que estaba a 1 año y 7 meses de prescribir.

«Este es uno de los días más felices de mi vida», relata el capitán Ruben Valero, responsable de la Policía Judicial de la Comandancia de Tres Cantos, Madrid.

«Cuando, hace un rato [son las 21 horas del viernes cuando hace estas declaraciones], he cerrado los armarios donde guardamos todos los archivos de la ‘Operación Pandilla’, que es como bautizamos al caso, he tenido la misma sensación que en la serie ‘Caso abierto’. He sentido, como investigador, que Eva por fin podría descansar, que en la Guardia Civil habíamos hecho nuestro trabajo. La sensación, y hablo también por mis compañeros de Homicidios -los que están y los que han estado en el caso-, ha sido de felicidad plena. Porque ha sido un éxito colectivo». 

Eva Blanco tenía 16 años cuando fue asesinada. Su cuerpo apareció en la cuneta, en un paraje conocido como Las Pesqueras, no muy lejos de una rotonda de la M-100, en Algete, un pequeño pueblo de 20.000 habitantes situado al noreste de la Comunidad de Madrid.

El cadáver presentaba signos evidentes de violencia.

Había sido violada y luego le habían dado 20 puñaladas.

Se desangró hasta morir.

El hecho de que lloviera abundantemente aquella noche borró gran parte de los indicios. No así los restos de semen, y, por lo tanto, de ADN, de su agresor. 

Unos restos que no habían servido de nada puesto que no había con quién cotejarlos. 

Hasta el pasado mes de agosto todo inducía a pensar que en abril de 2017 prescribiría, porque el delito de asesinato deja de ser perseguible -y castigable- a los 20 años. Que el asesino se iría de rositas y que no se haría justicia. Las continuas pesquisas llevadas a cabo sobre el asesinato a lo largo de estos dieciocho años y medio habían dado nulos resultados.

Para los hombres de Valero -y antes de su antecesor, Javier Rogero- el asesinato de Eva Blanco se había convertido en una cuestión personal. 

Lo habían probado todo. Pero no tiraron la toalla. 

La perseverancia fue la clave.

La perserverancia, el paso del tiempo, y los avances tecnológicos en el campo de la investigación del ADN, la huella genética.     

Desde la Benemérita supieron que el Instituto de Ciencias Forenses de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela había desarrollado una técnica que permitía determinar el origen genético del agresor.

«No teníamos nada que perder. Si era español, seguiríamos en la misma casilla que nos encontrábamos», relata Valero. «Pero si salía otra cosa… Había que probarlo».  

Y salió.

En agosto pasado le comunicaron que el ADN correspondía a un sujeto de origen norteafricano. 

«No me lo podía creer. Sabía que lo que eso suponía. Cuando colgué el teléfono volví a llamar al teniente Pablo, de Criminalística para cerciorarme de que lo que había escuchado era lo cierto. Y lo era», sigue relatando Valero con una sonrisa de oreja a oreja. 

«Eso suponía que podíamos reducir la horquilla de 1.000 a casi 300 personas. Nos pusimos en marcha a toda velocidad. Nos organizamos para entrevistar a todos y cada uno de los ciudadanos norteafricanos que vivían en Algete para pedirles voluntariamente su ADN. Fueron muchas semanas. Todos los contactados colaboraron voluntariamente. Sin problemas. Las muestras las mandamos a nuestro Servicio de Criminalística», explica Valero. 

Allí, en la sede de Guzmán el Bueno, la Policía Científica de la Guardia Civil aplicó una técnica parecida a la que iniciaron los ingleses denominada «Búsqueda familiar» (Familiar Searching), que fue iniciada en enero de 2004, y que permite identificar a un sospechoso a través del código genético de un familiar. 

El primer caso conocido de la historia, y resuelto, fue el de Craig Harman, un joven de 20 años, del sur de Inglaterra que se divirtió arrojando ladrillos a los vehículos que pasaban por debajo de una pasarela para peatones que cruzaba la autopista M3. El hecho sucedió a las 3 de la madrugada, en marzo de 2003. 

Uno de esos ladrillos cayó sobre el parabrisas del camión que conducía Michael Little, de 53 años. Little, del susto, sufrió un ataque al corazón y murió, no sin antes asegurarse de frenar el vehículo, de 40 toneladas, en el arcén. Sin provocar accidente alguno.

Harman, como en el caso de Ahmed Chehl, no estaba fichado. Por lo tanto, Scotland Yard no tenía ninguna muestra suya de ADN para cotejar los restos de sangre suya que contenia el ladrillo. 

Sin embargo, sí que tenían en su poder la huella genética de un pariente. Y a través de ese pariente llegaron a él.

Harman fue detenido el 30 de octubre. Alegó, para explicar lo ocurrido, que estaba borracho y que, «para divertirse», se le ocurrió dedicarse a tirar ladrillos a los vehículos que pasaban por debajo de la pasarela.

Fue condenado por homicidio imprudente el 18 de abril de 2004, convirtiéndose en la primera persona de la historia identificada, y condenada, de esta forma.  

‘BINGO’ 

Hacia mediados de septiembre, el capitán Valero volvió a recibir otra llamada de Criminalística.

«‘Tenemos al hermano del asesino de Eva Blanco’, me dijo el compañero al otro lado de la línea telefónica, desde Criminalística. ‘¿Rubén?’ Me había quedado sin palabras», explica el capitán de la Policía Judicial. «¡Teníamos al hermano de la persona que había matado a Eva Blanca, una niña que todos sentíamos nuestra, como una hija, una hermana, una prima, una amiga muy cercana. ¡De verdad que no me lo podía creer! Y mis compañeros tampoco ¡Teníamos la posibilidad de resolver el caso! ¡Por fin!». 

El hermano menor de Ahmed Chehi, que era al que correspondía el ADN, todavía vivía en Algete.

Su familia era originaria de Taza, un pueblo del norte de Marruecos. 

«A través de él supimos que tenía dos hermanos más. Uno vivía en España y el otro en Francia. Interrogamos, primero, al que estaba en nuestro país, y lo descartamos. Nuestro hombre era el que vivía en Francia», agrega el capitán Valero. 

Ahmed Chechl tenía 34 años cuando mató a Eva Blanco. Vivía con su hermano en el pueblo. En aquella época se dedicaba a hacer portes por la zona y hacer trabajos esporádicos de albañilería. 

Permaneció en el pueblo hasta 1999.

Había rehecho su vida muy lejos de allí, en Pierrefontaine Les Varans, un pueblo de 1.200 habitantes, en el norte de Francia, llevándose su gran secreto con él. 

Allí vivía  Chechl con su mujer y con sus tres hijos cuando la Gendarmería francesa, acompañada por miembros de la Guardia Civil, llamaron a su puerta la mañana del 1 de octubre. Justo cuando salía de su casa.

Le identificaron, le leyeron sus derechos, le pusieron las esposas, en virtud de una euroorden dictada el día anterior por la titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción 4 de Torrejón de Ardoz, competente en el caso, y se lo llevaron a la Gendamería. 

«Por la tarde, nos fuimos a ver a Manuel y a Olga, los padres de Eva. Para comunicarles la noticia. Juan, Pope, Jordi, Joaquín, el psicólogo y yo, nos presentamos en la puerta de su casa, al filo de las seis», revela el capitán Valero.

«A Manuel no hizo falta decirle nada. Ya estaba sobre la pista. La magistrada le había informado hacía un mes que había decretado el secreto del sumario. Eso sólo podía significar una cosa: que habría novedades. Y allí estábamos nosotros, todos, con una sonrisa de oreja a oreja. Por nuestras caras comprendió que, por fin, la búsqueda había terminado. Que habíamos dado con él. Nos abrazó uno a uno». 

«Olga, la madre, también nos recibió con una sonrisa. Es una ‘madre coraje’. Una gran mujer que ha sufrido lo indecible, que ha luchado como una leona por su hija por encontrar a su asesino. Cuando conoció la noticia, se echó a llorar. La abrazamos todos», cuenta Valero tratando de controlar sus emociones. «Si hubiera que definir la felicidad diría que fue ese momento, cuando les dijimos, cuando la Guardia Civil les dijo: ‘Manuel, Olga, se acabó todo'». 

Ahmed Chehl seguirá el mismo procedimiento judicial que se utilizó para traer a España a Sergio Morate.

En un plazo máximo de 60 días estará en Madrid para responder ante la justicia por lo que hizo a Eva Blanco. 

Para pagar por ello. 

Este caso pasará a los anales de la investigación criminal como uno de los grandes éxitos de la Guardia Civil.

Un ejemplo de perseverancia, de dedicación y de profesionalidad. 

Por primera vez en dieciocho años y medio, dos padres han podido descansar en paz. Y podrán ver como a su niña se le hará justicia.

Finalmente. 

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