domingo, 2 de noviembre de 2014

Inventos por casualidad

Pasamos nuestro día a día rodeados de una infinidad de objetos sobre los que probablemente muy pocas veces nos hayamos planteado una cuestión. ¿A quién se le pudo ocurrir inventar esto?. Pues bien, no todas estas cosas fueron creadas a posta o fueron fruto de una larga reflexión y experimentación. Algunos simplemente nacieron por error o únicamente fueron el fracaso de algún proyecto más sofisticado.

Un ejemplo de ello son los conocidos post-it. Esas pequeñas notas adhesivas, frecuentemente de colores, que usamos día a día para anotar ideas o recordatorios en nuestros libros, agendas, tablones de anuncios o frigoríficos.
Lo que quizás no sea tan conocido es que fueron consecuencia del fracaso del químico Spencer Silver cuando trataba de elaborar un pegamento potente allá por el año 1970. Este adhesivo que pretendía ser fuerte y altamente cohesivo solo quedó en una mezcla suave y poco resistente. Cuando Silver daba por perdido su proyecto, un amigo acudió a su elaboración ya que le resultaría útil para usarla en el filo de pequeñas porciones de papel, que luego pegaría en su libro cantoral de la iglesia, usándolas a modo de separadores. Fue entonces cuando nacieron los llamados Post-it. A día de hoy es difícil encontrar un estudiante o cualquier trabajador que pueda pasar una jornada sin hacer uso de estos post-it, pues son el complemento ideal para los olvidadizos.

Pero este hecho no es un fenómeno aislado, algo semejante ocurrió con las patatas chip. Entorno al años 1850, George Crum era considerado un chef excelente a nivel mundial. Uno de esos maestros de la cocina capaz de tratar un producto hasta conseguir una exquisitez mediante procesos elaborados. Pero no siempre sus comensales estaban contentos con sus platos. Sucedió así en 1853, que un cliente se quejó del grosor de las patatas fritas y de la humedad que ellas contenían. El chef Crum disgustado y enojado por la queja, decidió partir las patatas muy finas, freírlas durante mucho tiempo y añadirles una gran cantidad de sal. El resultado no fue sólo acallar la queja de su comensal, sino que gustaron tanto que pronto tuvieron un gran éxito y el chef pudo abrir su propio restaurante en Nueva Inglaterra. Hoy en día son un producto usado muy frecuentemente como aperitivo y son numerosas las recetas que han surgido sobre su elaboración, muchas de ellas usando hierbas aromáticas como el romero.

¿Y qué hay de los polos helados?, ese común postre en los meses de verano de sabor afrutado capaz de calmar el calor y el sofoco. Pues no fueron consecuencia de una brillante idea como puede que imaginásemos, sino que más bien nacieron de un autentico olvido.
Todo ocurrió gracias a Frank Epperson, un niño de 11 años. El pequeño Frank como cualquier otro niño, amenizaba su tiempo de juego preparando bebidas a base de mezclar gaseosa y polvos con sabor afrutado. Como evidentemente podemos imaginar esta mezcla era vertida en pequeños vasos y usaba un pequeño palo de madera para poder moverlas.
En torno al año 1905 , tiempo en el que San Francisco, ciudad donde vivía Frank, sufría unas importantes bajadas de temperatura durante los meses de invierno. El niño había olvidado su vasito en la calle durante la noche, y su sorpresa fue que a la mañana siguiente su bebida se había solidificado convirtiéndose en un polo helado. Frank no comercializó su idea hasta 1922. Tan solo tres años después de esta fecha, ya se habían conseguido vender más de 60 millones de polos en todo el mundo.

Constantin Fahlberg e Ira Remsen fueron otro par de genios que dieron lugar a un invento que sin duda alguna ha revolucionado el mundo de la alimentación pero muy concretamente el de la repostería. Y esto es así porque ambos inventaron, casi sin quererlo, la muy conocida sacarina.
Ambos trabajaban realizando experimentos relacionados con la hulla. Fahlberg, una noche de invierno tras salir de su lugar de trabajo fue hasta casa a cenar con su familia como cada noche. Su sorpresa fue que esa día la cena estaba especialmente dulce. Al consultar con su familia el hecho, el químico comprobó que era el único en apreciar ese sabor. Fue en este momento cuando dedujo que era como consecuencia de alguna contaminación de sus manos resultado del trabajo experimental que estaba llevando a cabo en su laboratorio. Decidió al día siguiente probar cada elemento químico con los que trabajaba día a día con el fin de detectar cual era el que había dado ese matiz dulce a sus manos. Descubrió así cual era el componente químico, que llamó "sacarina". Años más tarde este químico decidió promover industrialmente su invento.

A la vista está que no siempre los fracasos pueden ser tan desventajosos , muchas veces estas situaciones complicadas o casuísticas pueden llegar a ser más productivas y útiles de lo que pensamos.


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